Facebook y las demás gigantes en línea suelen considerar que los humanos son animales audiovisuales, un par de ojos y un par de oídos conectados a diez dedos, una pantalla y una tarjeta de crédito.
Hoy recibí, en uno de los tantos grupos de WhatsApp de los que participo, una serie de fotografías de un cadáver -con evidentes signos de maceración- que por las características de las ropas y calzado hacen presumir que se trata del cuerpo hallado en el río Chubut y que correspondería, con seguridad, a Santiago Maldonado. Las imágenes, muy crudas, no están acompañadas de ninguna leyenda ni texto aclaratorio.
Casi de inmediato apareció el mensaje de otro de los integrantes: ¿qué mandaste? La respuesta no se hizo esperar: Me enviaron esto del cadáver de Chubut.
Me sentí tocado, lastimado, algo me golpeó, me hizo ruido tanta ligereza. ¿Cómo es posible que se envíen de manera tan desaprensiva estas fotografías?, ¿se detuvo un instante el emisor a pensar qué sentiría él si se tratara de un familiar suyo?, ¿qué pulsión morbosa subyace bajo la superficie?, “algo que no es bueno nos está pasando” pensé y de inmediato me aparecieron un recuerdo y una reflexión.
Hace cincuenta años aprendí, estudiando anatomía humana, que la vía óptica -aquella estructura que nos permite registrar de manera consciente lo que vemos- comienza en las células de la retina y termina en la corteza cerebral de los lóbulos occipitales. Cualquier lesión en su trayecto condicionará, en la mayoría de los casos, algún tipo de ceguera, es decir, para expresarlo con trazos muy gruesos, podremos captar las imágenes en nuestras retinas, pero no lograremos tener conciencia de ello, como mirar sin ver.
Mi reflexión surge del morbo que encuentro en el mensaje recibido, repetido un par de veces a lo largo del día, desde otros emisores. Tengo la firme sospecha de que, en circunstancias como éstas, en el acto automático de captar y reenviar un WhatsApp de este tipo, los impulsos visuales del operador se desvían del curso anatómico natural y acaban -de manera irremediable e instantánea- conduciendo la corriente neuronal desde sus ojos a sus pulgares, sin siquiera rozar la corteza.
La ausencia de una mínima pausa, de la imprescindible estación cortical intermedia, impide pensar a quién así procede, meditar al respecto, dar un paso atrás y observar con una más adecuada perspectiva los hechos que se comunican. En plena modernidad líquida, al decir de Zigmunt Bauman, en tiempos que alguien califica de posmoralidad se configura, en mi opinión, una nueva especie de ceguera, la moral.
octubre de 2017
Excelente reflexión, Alberto.
En los grupos en los que participo soy un permanente (y molesto, según algunos me dicen) crítico del uso irreflexivo que suele hacerse de las redes sociales.
Internet es un invento extraordinario que tenemos el privilegio de poder utilizar; una puerta mágica que nos permite acceder a un universo de información, experiencias y sensaciones de todo tipo, y un medio de comunicación como jamás el ser humano tuvo. Y es gratuito.
Pero no hemos sabido desarrollar, en forma paralela al explosivo crecimiento tecnológico, una responsabilidad acorde con poder y el alcance de la herramienta que tenemos en nuestras manos.
Fotografías como las que mencionás no solo son absolutamente prescindibles sino que son tremendamente dañinas y nada aportan al resto.
Y lo mismo ocurre con los reiterados reenvíos de información que no tenemos la menor idea de dónde proviene, quién la emitió y con qué intención.
A veces, el inconsciente deseo de ser el primero en transmitir una noticia nos hace perder de vista que lo importante no es tener la primicia sino asegurarnos de que, además de verosímil, sea verdadera.
Frecuentemente me dicen: «Y… la mandé por las dudas…»
Y yo suelo responder: «Jamás te zambullirías a una pileta ‘por las dudas’ de que esté llena, no? Bueno, esto es igual…»
Perdón, Alberto, por la extensa perorata, pero tu posteo sirvió de disparador para un tema que me preocupa. Abrazo.
Bueno Dickie, me alegro que mi reflexión haya motorizado la tuya. Comparto de manera absoluta esa preocupación y como a vos, llega a irritarme el uso irreflexivo que tanto se hace del reenvío de fotos, videos y sobre todo información sin permitirse siquiera un instante para dudar de su veracidad. No me pidas perdón por tu «extensa perorata», es uno de los condimentos más ricos de tener un blog. Abrazo
El morbo es parte de la naturaleza humana. Como el amor, el odio, la envidia.
Sumarle a eso la nueva necesidad humana: mediatizar, mediatizarse, y poco va a extrañar que aparezcan estas cosas.
Este es un mundo de imágenes no de realidades.
Coincido con vos Roberto! Te agradezco la devolución. Abrazo!!!
Tal vez haya algo de eso. Se tratará de una nueva moral? Lo dudo.
Creo que estamos en una época de oportunistas, los políticos, por ejemplo. Seres incompetentes, charlatanes, bobones, irresponsables, que piden al pueblo lo que ellos son incapaces de dar.
Los periodistas , repetitivos hasta el cansancio y faltos de imaginación .
Si te tengo que decir algo más, algo personal, te cuento que por suerte todavía tengo buen tacto y excelente gusto y olfato.
Los periodistas y los políticos, antes de serlo, fueron -la mayoría siguen siéndolo aún- gente común y corriente que, como todo el mundo, corren el riesgo de caer en conductas automáticas, reflejas, cuyos lamentables resultados están a la vista. Gracias por comentar, Mirta