Del derecho y del revés

                                                                                       uno es siempre lo que es

                                                                              y anda siempre con lo puesto.                                                                  

                                                                                       nunca es triste la verdad,

                                                                                          lo que no tiene es remedio.

                                                                                                 Joan Manuel Serrat

Debería haberme quedado a la segunda hora, es lo que hago siempre pero no, ayer estaba muy cansado, la clase era soporífera y decidí juntar mis petates y tomarme el buque.

Próximos como estamos al final del año, repasaba, en el corto viaje de vuelta hacia mi casa, las metas que me había propuesto, los logros alcanzados, las frustraciones, las alegrías y los desencantos. Nada demasiado distinto de lo que cada uno de nosotros hace en estos días al encontrarse a solas con su alma.

Subí la ventanilla y elevé el volumen de la radio. Recorrí las últimas cuadras mientras pisaba cada vez más fuerte el acelerador. Acompañaba, divertido, meneándome en la butaca y casi a los gritos, el Vení Raquel, vení con los muchachos que me llegaba desde los parlantes.

Guardé mi auto en la cochera, como todas las noches, y entré en casa. Estaba contento.

Observé, a la pasada y sin dejar de tararear, que Juli estaba en el living encarnizado con la play.

Encaré la escalera, subí en el aire, saltaba de a dos escalones. Ansiaba abrazarme con mi mujercita, el dulce remanso que me rescata cada día de las fatigas de lo cotidiano. Escuché su voz y supuse que quizás tuviéramos visitas, pero no, estaba sola de espaldas a mí. Hablaba por teléfono.

                            –…Como te digo, me como un jubilado…

Creí que mis oídos, tan sordos como caprichosos, me jugaban otra vez una mala pasada. Me detuve en el acto. Contenía el aliento.

                      – …Sí, como escuchaste, me transo un jubilado… –-repitió jocosa. Fue en ese momento que advirtió mi presencia. 

Se despidió con un par de palabras, colgó el tubo y giró hacia mí. Yo estaba petrificado, inmóvil. Sentía que un nudo inconmensurable me atenazaba la garganta y que el corazón se me partía de dolor.

                            – ¿Con quién hablabas? –alcancé a preguntar con un hilo de voz.

–Con Pato –caminó sonriente hacia mí –Hace mil años que no hablaba con Pato –me dijo muy fresca mientras me rodeaba el cuello con sus largos brazos.

En un instante me había convertido en un trapo mojado, las negruras más negras danzaban dentro de mi cabeza. Kiki, desfachatada, me abrazó fuerte y me besó con el mismo amor con el que lo hace cada día.

                             – Le contaba…

                             – ¿…?

                             – ¿Me escuchás? –tomó distancia y me miró sonriente. Tenía la cara iluminada.

                             – ¿Qué es lo que le contabas?

                             – Que no vas más al hospital, que te jubilaste hace tres semanas.

Este relato fue publicado en «LUZ MAGENTA y otras historias» de Editorial Scotti, año 2016.