Desde que tengo algún registro, la estructura administrativa de nuestros organismos estatales ha mostrado una enorme vocación por lo complicado, recurriendo a complejos circuitos burocráticos y centralizados, inútiles procedimientos donde bien podrían utilizarse económicos pasos de gestión locales, que asegurasen iguales o mejores resultados, reduciendo los gastos de tiempo y de trámites. No escapan a estas características –es obvio– las instituciones del área de Salud.

En el mes de diciembre del 94, participé en Villa Gesell –como ya lo había hecho en otras oportunidades– de las Olimpíadas Médicas organizadas por la Federación Médica de la Provincia de Buenos Aires.

Lo hice en la disciplina fútbol, jugando para el equipo que representaba a la Asociación Médica de Brandsen y en el puesto en el que me desempeñe toda la vida, el de arquero.

Con ese motivo y en razón de ser cirujano de 36 horas del Hospital San Juan de Dios de La Plata, hube de requerir –en tiempo y forma– una licencia deportiva, con goce de sueldo, de acuerdo con la normativa vigente por entonces. Para ello, completé y suscribí el formulario preimpreso de solicitud correspondiente, sin omitir la conformidad expresa que le brindaba la firma de mi Jefe de Servicio, del Jefe de Personal y del mismísimo Director Ejecutivo del establecimiento, en ese orden.

Tres meses después de finalizar la competencia, llegó a mi Servicio, proveniente de la Dirección Provincial de Hospitales, previo paso por la Oficina de Personal del Hospital, el expediente del Ministerio de Salud de la Provincia por el que se tramitaba la aludida licencia. El mismo ya contaba con algo así como ocho fojas incorporadas por otras tantas dependencias y me era elevado con el fin de “que el recurrente se sirva dar cumplimiento a lo requerido a fojas 4 del presente”.

El recurrente –que vendría a ser yo– debía informar: “carácter de la intervención, actividad que desarrolló y competencia en la que participó” devolviendo las actuaciones a Personal, para que luego de varios pases sucesivos la diligencia concluyera en su punto de origen.

Me senté frente a la vieja máquina de escribir de la Secretaria de mi Sala y escribí –a mi manera, con mi particular estilo un tanto irónico–  lo que interpreté que se me solicitaba:

“La Plata, 3 de marzo de 1995.-

                           Visto el requerimiento de fs. 4 del presente, cumplo en informar:

– Que efectivamente intervine en la XII Olimpíada Médica Provincial organizada por la Federación Médica de la Provincia de Buenos Aires, la que se llevó a cabo en la ciudad de Villa Gesell, entre los días 17 y 23 de diciembre de 1994.

– Que tal intervención la cumplí en mi carácter de integrante de la delegación representativa de la Asociación Médica de Brandsen, en la disciplina fútbol, cubriendo la portería de la categoría veteranos.

– En cuanto a la actividad desarrollada, es poco lo que el recurrente puede informar, toda vez que debió seguir las alternativas del juego desde el banco de suplentes         durante los tres primeros partidos a causa de una rebelde periartritis de hombro derecho. No se incrementó no obstante notablemente su actividad en los partidos siguientes, ya que en el cuarto y defendiendo el arco propio fue poco lo que este agente pudo hacer para detener los certeros envíos del representativo de Vicente López, que con sostenidos ataques puso cifras lapidarias en el marcador, un bochornoso 4 a 0. Se arribó así al partido final, donde volvió a sufrir el infrascripto los humillantes cánticos de su parcialidad, con claras alusiones al pasado de su señora madre, particularmente cuando, encontrándose el cotejo empatado en cero, tras una infortunada intervención, este informante impulsó el balón dentro de su marco, asegurando de manera categórica el último y penoso lugar de la clasificación para la Asociación Médica Brandsen, en la categoría veteranos.

– En lo referente a las competencias en las que participó el causante, queda suficientemente aclarado por lo expuesto ut supra.

                 Pase, toque, gambetee y perdón…vuelva a personal.

                                                              Fdo.: Dr. Alberto Pérez Núñez (sic)”

Para mi fortuna, desde la oficina de Personal del Hospital –con mucha tolerancia– volvieron a enviarme el expediente, sugiriéndome fuera un poco más conciso y prudente en mi respuesta, actitud que seguramente me evitó un buen tirón de orejas.