La trascendencia de los pequeños gestos

Cuando quienes tienen que mostrar coherencia e ideas solo pueden exhibir una frivolidad misérrima, el naufragio parece estar muy cerca

Una de las funciones más importante y que con mayor constancia lleva adelante nuestro cerebro es la de olvidar. Sin embargo, algunos recuerdos como datos, situaciones o personas que alojamos en nuestra conciencia no se nos borrarán jamás, incluso se refuerzan y los evocamos cada día con mayor frecuencia.

Esto viene a cuento por una frase que le escuché cuando era menos que un adolescente a Fernando D´amelio, el histórico jefe de cirugía de mi viejo: Él sostenía, como fruto de su observación, que algunas personas, en determinados momentos, eran capaces de exponer pequeños gestos o actitudes que se transformaban, por la letalidad del resultado, en gestos “homicidas”, en señales capaces de acabar de manera instantánea con el protagonista, «mataban» a quien las exhibía.

Algo de eso – se me ocurre – es lo que puede haber pasado con Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de gobierno de CABA y empeñoso aspirante a la presidencia. De recorrida por la Costa Atlántica,  sumó otra foto para el álbum de verano: haciendo surf en Chapadmalal, el día después de simular –en Mar del Plata– la postal beatle de Abbey Road junto a Morales, Santilli y Lousteau.

El detalle curioso de la primera imagen es que, casi saliendo del cuadro, en el extremo inferior del mismo, se puede observar la cara de alguien que, sumergido, sostiene (uno supone que con un gran esfuerzo) la tabla para evitar que el candidato pierda el equilibrio, el que hace sobre la tabla, se entiende, porque no me caben dudas que el otro, el que otorgan el sentido común y el decoro mínimo e indispensable para esquivar un papelón –a juzgar por lo que nos aportan estas dos postales– pareciera haberlo extraviado por completo.

Tenemos  un país devastado, con un grave deterioro no solo de sus variables económicas y sociales, sino también de su institucionalidad como consecuencia de décadas de malas gestiones.

Los argentinos enfrentamos, en este año electoral, la necesidad impostergable de terminar con un gobierno corrupto y venal. Se hace indispensable que, a partir de diciembre, la administración del Estado, en sus tres niveles, vuelva a encarrilarse dentro de los límites de una democracia republicana. Nos harán falta dirigentes sinceros, que hablen con la verdad, honestos y dotados de ideas, preparados para una coyuntura mucho más que difícil.

Estas muestras recientes, lamentables, ridículas, que rozan lo patético, parecen achicar la oferta.