El anuncio de la fórmula Macri/Pichetto, hecho en el día de hoy, provocó una verdadera conmoción en el mundo político. Con seguridad, y más allá de la repercusión que puede haber tenido este anuncio en los mercados financieros, esta novedad no cambia en absoluto, de manera mágica, la difícil situación en la que se encuentra una inmensa mayoría del pueblo. Un país que ve con hastío y desprecio creciente el incesante, egoísta e indecente baile ofrecido por los postulantes.

Anoticiado de esto, mi primera impresión, no muy agradable, fue comprobar que, finalmente, el peronismo está en todos lados, juega en todos los frentes. Un movimiento polimorfo con más de setenta años de historia que sigue utilizando, para identificarse, el apellido de su viejo caudillo, muerto en julio del 74.

Desde la vuelta a la democracia, y aún antes, hemos visto a esta dirigencia oportunista operar, candidatearse e incluso gobernar bajo las más diferentes conformaciones políticas que puedan concebirse: han sido desde socialistas del siglo XXI/chavistas latinoamericanos a neoliberales de relaciones carnales con EEUU. Y todo eso en nombre del pueblo, de una Argentina sufrida que no ha parado de ver crecer su pobreza, su miseria, su falta de trabajo digno y, lo más dramático, la pérdida irreversible de la educación. Estas sombras siniestras han conseguido, o casi, hacer desaparecer de la memoria colectiva los aciertos que el Justicialismo pudo haber tenido en su origen, cuando visibilizó a los invisibles y les otorgó derechos a los postergados. Soy muy crítico de los regímenes populistas a través de la historia, del signo que sean, pero no por eso dejo de ver que han surgido, en buena medida, como respuesta al sometimiento de grandes mayorías populares.

Sin embargo, ¿sigue siendo este movimiento una escuadra unívoca, más o menos homogénea y electoralmente invencible? Pienso que no y caigo en la cuenta que el mensaje que encierra la nueva fórmula bien podría querer significarnos todo lo contrario, que el peronismo ha desaparecido, que no existe como tal (aunque muchos lo sigan considerando parte de su ADN), que nuestra Argentina enfrentará en octubre, de manera dramática, la alternativa entre dos modelos contrapuestos y que éstos, con relativa facilidad, pueden ser ubicados desde la centroizquierda a la centroderecha. Lo que se juega, por encima de todo, es la vuelta a un relato setentista, aislado del mundo, cerrado a los mercados, autoritario y prebendario o la posibilidad de seguir, a pesar de los persistentes tropezones, en un rumbo más republicano e inmensamente más parecido al de la gran mayoría de los países del planeta. Ha llegado la hora, me parece, de poner blanco sobre negro, de olvidar a Perón, dejarlo fuera de nuestras discusiones o, en todo caso, asignarle el lugar que cada uno considere que la historia le tiene reservado.

martes 11 de junio de 2019