a Fernando Di Luca, hermano de la vida*

En la nochecita del último miércoles recibí su WhatsApp: “estoy en coronaria español”. Salía de un edema agudo de pulmón y el laboratorio posterior confirmaría un infarto. Disparé para allá, fui el primero en llegar a su lado y tomé inmediata conciencia de lo que ese cuadro preanunciaba. Fernando siempre fue un médico lúcido, muy inteligente y también comprendía, de manera cabal, que su maltrecho corazón no resistiría una injuria más.

Había estado esa tarde en casa, solo un par de horas antes, lo hacía con muchísima frecuencia y después de los mates de rigor lo despedimos con mi esposa en la vereda, se lo veía alegre, animado. Nos abrazó y nos besó tres veces, aunque no repararíamos en ese detalle hasta que Kiki, esa noche y con preocupación, me lo hizo notar.

En un momento, antes que llegaran sus hijos, me tomó con fuerza de la mano y con los ojos brillantes y alguna lágrima que, pese a sus esfuerzos, le costaba mucho contener (jamás lo vi llorar) me agradeció que estuviera, una vez más, a su lado. “Acompañalo a Brunito” me pidió, “ayudalo si me pasa algo”.  Su dignidad y su entereza, esa que le conocí desde siempre, me conmueven de manera profunda al recordarlo. Fue una despedida intensa, breve, emotiva, de absoluta franqueza y sinceridad entre los dos.

Fernando, el entrañable Fer, el incansable luchador, fue un tipo único, de una fortaleza y sentido de la amistad y la solidaridad como pocas veces conocí. No tenía dobleces, era dueño de una honestidad insuperable, para él no existían los grises, te amaba y te entregaba su alma o te ignoraba en la más completa indiferencia.

Fue uno de mis maestros en la medicina y, a pesar de hábitos y características personales absolutamente diferentes, la profesión nos hermanó. De él aprendí a no rendirme nunca, a no tener pereza a la hora de asistir a un paciente, a privilegiar el sentido común por sobre todas las erudiciones. Libramos, juntos, codo a codo, muchísimas batallas quirúrgicas y más allá de éxitos y fracasos, nos queda la certeza de haber comprometido en ellas nuestros mejores esfuerzos, también, claro, nuestro corazón. Disfrutábamos de rememorar esto en larguísimas y entretenidas charlas.

Te vamos a extrañar por siempre querido Fer. Guardaremos, con celo, el orgullo de haber sido amigos, también, de alguna manera, haber conformado tu familia y la tranquilidad y el privilegio de haberte acompañado. Hasta siempre queridísimo amigo.

*Fernando murió el 18 de mayo de este año 2019